Y de pronto se asoma el suspiro
por no saber exactamente adónde me lleva este camino.
Sigo en el intento de ver las cosas claras,
y mientras, me decido a navegar
siendo yo misma el capitán del barco.
Me aproximo a un cruce de camino
donde las oportunidades se ven claras.
Ahora solo queda decidirme por la más acertada.
Ese es el único problema,
que todas están quizá demasiado claras,
pero ninguna es definitiva,
ninguna está al alcance –no todavía-.
Pues he decidido aparcar,
quedarme quieta observando
el silencio de la sabiduría interna.
¿Qué más puedo yo perder
si no me atrevo a correr el riesgo
del reto que me hace temblar,
y que de cierta forma me provoca desasosiego?
Perder no puedo ya más
al contrario, se me antoja ganar
sabiendo que valgo y mucho.
Sabiendo que ya va siendo tiempo de cosechar.
Responder