Y el fuego ardía, ardía en su pecho con sólo pensarle.
La mirada tan dulce y penetrante calaba en su interior;
y pensaba que se había vuelto loca por arder de amor
por aquél desconocido varón.
Pensó en olvidarlo,
plantando entre el recuerdo y sus memorias
mil historias de amor y otras tantas de desamor.
Plantó sus mil muros de cemento
y ahi debajo de ellos guardó su corazón.
Se dedicó a continuar con su vida,
pero con un vacío interminable
que sólo le trajo aflicción.
Entre más años pasaron
más se fue olvidando de lo que había pasado.
Y lo único que ahora recordaba
era la nostalgia que sin ton ni son
todos los días la acompañaba.
Entonces volvió a aparecer en sueños -como siempre- ¡Era él!
El corazón de la chica empezó a latir.
Y aquél corazón que ella había guardado debajo de aquél cemento
vibró tan fuerte, tan fuerte,
que quebró de uno a uno todos esos muros levantados…
Y ahora, la chica triste
vive con el anhelo y la esperanza.
Aunque a veces sigue sintiéndose triste
pues ahora ya sabe lo que encierra la nostalgia.
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